Tengo tiempo sin ponerme a escribir a quemarropa, sin pensar en las causas ni en las consecuencias de mis palabras, de mis íntimos impulsos, recurriendo simplemente a la atorada revelación de mis sentidos.
Tengo tiempo sin hurgarme los destierros, mis exilios esenciales, mi larga lista de orgías revolucionarias, mis ochocientas mil quimeras lamentadas, las turbaciones que me pincelan de imperfecciones, que me incompletan y me seducen.
Tengo tiempo sin agredir con furia el sarcasmo de mis conflictos existenciales, sin exorcizarlos a punta de palabras. Podría echarle la culpa a un sinfín de razones, razones de tiempo, de ubicuidad, de clima, de instintos y motivaciones… de la podrida certidumbre de Alemania. Podría también hacerme responsable de mi cobardía y comenzar de una buena vez a entregarme a lo que tanto me apasiona, sin necesidad de motivos, de temas, de oscuras intenciones.
En más de una ocasión me he declarado escritora y en mi submundo anónimo y mínimo me arrogo gigante, testigo de la desnuda soledad de Creadora, me solazo diariamente leyendo y releyendo lo que de tanto en tanto mi yo se atrevió a publicarme, a compartirme entre sonrisas, lágrimas, fracasos, frustraciones, triunfos y dulces venganzas. Ante mis ojos y desde mis dedos no hacen más que derramarse las palabras, los verbos… los sustantivos que buscan sinónimos certeros, originalidades que se diluyen por serlas… y en lo más profundo de la mentira que quiero creerme, lo único que ansío es que se sepa, que se divulgue, que se critique…
Tengo sacos de textos malparidos, líneas que me arropan, frases que me asombran y me sacuden. Tengo –siempre– ganas acabar sin compasión con las páginas en blanco, de cubrirlas con la hinchada convulsión de mis inspiraciones, de derrotarlas a fuerza de prosas, de versos que todavía se esconden y se coartan.
Esta confesión es fruto de este sábado, de este verano absurdo e imposible, de las satisfacciones que en mi submundo hogareño y cotidiano me permiten escapar a mi submundo literario, mi abismo y mi tentación.
Temo pecar de transparencia y a veces temo engendrar seres ajenos, tan desconocidos y monumentales, que la sola idea de su tamaño, me desarma.
Tengo tiempo sin ponerme a escribir a quemarropa, sin pensar en las causas ni en las consecuencias de mis palabras, de mis íntimos impulsos, recurriendo simplemente a la atorada revelación de mis sentidos.
Tengo.
Texto recuperado de un verano pasado.
Pues que me gusta mucho esta forma de "tener" y escribir tuya...
ResponderBorrarPor aquí me quedaré yo también!
Y gracias por el chapoteo!
Un abrazo!
;)
Gracias Ana, prometo pasar a leerte con detenimiento.
ResponderBorrarUn beso☺
Edurne:
ResponderBorrarQué alegría tu visita. Bienvenida!
Charo:
Este espacio te espera. Gracias por la visita.
Ana Rosa
CREO QUE ASÍ SALEN LOS MEJORES ESCRITOS DE UNA VIDA REAL, DOMÉSTICA. QUE MUESTRA LOS VALORES DE SU MUNDO, DONDE TIENE EL DULCE REFUGIO DE LA ESCRITURA.
ResponderBorrarTE ABRAZO
Bien por esa manera de tener, de tenerte que es tan importante.
ResponderBorrarMe quedo por aquí.
Saludos.
Abrazo recibido Abuela y gracias por tus palabras.
ResponderBorrarCecy, bienvenida y gracias por quedarte por aquí :)
Ana Rosa
Como dices un texto recuperado, da sentires de permanencia.
ResponderBorrarCariños
Gracias por pasarte Abuela Ciber, me gustó mucho tu sitio.
ResponderBorrarUn abrazo,
Ana Rosa