Por Ana Rosa López Villegas Él tenía 13. Casi 14. De esto me enteré después de que se me declaró. Fue un 29 de abril, miércoles a las 5:17 de la tarde. Tras el primer beso que me dio no me importaba si tenía 12, 11 o 10. Yo tenía 17. Era mucho más alto que yo. Su timbre de voz de hombre mayor me desarmaba. La primera noche que salimos me tomó de la mano y caminamos sin rumbo. Por horas. Hablábamos y en cada esquina nos besábamos. Mi cara era pura sonrisa. Mi estómago, puro revoloteo de mariposa. Mis labios, un pozo infinito de humedad. Y mi lengua, una yegua briosa. Llegué a casa a la medianoche. Mi madre me esperaba despierta, dispuesta a escuchar hasta el último detalle. —Me encanta, mamá, me encanta. —Ya veo, niña, ya veo. —Estoy e na mo ra da. Mi madre se reía. —Eso aún no lo sabes, Isabeliña. Deja pasar el tiempo, hasta que sepas que no es solo una ilusión del momento. —No, no lo es mamá. Lo amo. —A saber, Isabeliña, a saber —me decía mi madre y me golpeteaba ...
Definir LITERATURA se me hace difícil y sin embargo me arriesgo a ESCRIBIR y así me someto a la crítica y a la lectura. La letra late.