La vivencia que quisiera compartir es una de las tantas que tengo todavía encerradas entre los archivos de mi computadora, una de las tantas que me siguen y persiguen al cumplirse casi siete años de mi emigración involuntaria, porque todo comenzó con un viaje de retorno seguro, un autoexilio académico como he querido llamarle desde el principio.
Karlsruhe, 19 de Diciembre de 2002
Vengo de la cena de Navidad que organizó Teresa en su departamento. Hoy, nada me parece más digno de contar que la dichosa reunión... me sentí muy bien, acompañada y sobretodo, cómoda. El momento en que Zara (de Marruecos) sirvió la comida que ella misma había preparado, sin quererlo me abstraje de la cálida compañía que me rodeaba y lo que vi fue sencillamente maravilloso. Allí, en una misma mesa: Yamil de Colombia, Yose de Indonesia, Kin Kin de Birmania, Judit de Hungría, Teresa de México, Stian de Noruega, Zara de Marruecos; Ronald, Natalia y yo de Bolivia. Creo que nunca realmente, fui capaz de imaginar un cuadro más colorido y pintoresco, ¡hermoso! El idioma (alemán por cierto) no significó en ningún momento una dificultad, por el contrario, fue el puente necesario para poder compartir y sentir.
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