Por Ana Rosa López Villegas
Las fiestas de fin de año se acercaban a una velocidad impresionante. Tan solo pensar en la Nochbuena hacía que Manuel se sintiera ansioso. Como cada año, le faltaban ideas para el regalo que debía darle a su mujer.
—¡Qué difícil es escoger algo! —decía y cuando pensaba
en las cosas que a Alicia le gustaría recibir, su cabeza se convertía en una
habitación vacía y oscura.
El calendario de adviento que sus hijos les
habían obsequiado aquel año tenía ya la mitad de las puertitas abiertas. Cada
vez que Manuel tomaba el chocolatín del día que correspondía, volvía a su mente
el bendito regalo. Una noche fue peor. En su pesadilla, Manuel era perseguido
por un obsequio gigante que intentaba aniquilarlo. El pobre despertó sudoroso y
agitado. Tomó un trago de agua y se volteó a ver a su mujer en la cama. Alicia
dormía como un bebé, sin preocupaciones, tranquila.
—Seguro ya tiene comprado mi regalo —murmuró y
se tapó la cara con la almohada.
Su desesperación iba en aumento y, como cada
año, hizo un lista de las posibilidades que tenía:
- Carteras
- Zapatos
(aunque sería mejor que se los probara)
- Adornos
- Libros
- Un
masaje
- Joyas
- Un
hermoso ramo de rosas (como todos los años, ¡oh!, pero qué aburrido)
La lista era larga, pero nada le convencía. El
ropero de Alicia estaba lleno de carteras y zapatos. La mayoría eran zapatillas
de baile. A ella y a Manuel les encantaba bailar y ninguno podía imaginarse una
pareja mejor para el tango, la milonga o el chachachá.
¿Adornos? La sala de la casa parecía un museo
de tantos que había. Eran souvenirs de toda una vida de viajes y paseos,
primero siendo una pareja de solteros trotamundos y después en familia,
buscando rincones de la naturaleza en los
que sus hijos pudiesen corretear.
Aunque la biblioteca también estaba llena de
libros, Manuel era incapaz de pensar en un buen título para su mujer, Alicia
era una lectora voraz y era muy difícil sorprenderla con alguna “novedad”. Y un
masaje para una mujer de 70 y pico tampoco le parecía el mejor regalo, menos
siendo él mismo el masajista oficial de la familia.
De las joyas ni hablar. Aparte de unos cuantos
pares de aretes, la única joya que Alicia llevaba -desde hacía ya más de 40 años-
era su aro de matrimonio.
El fin de semana antes de nochebuena Alicia y
Manuel recibieron la visita de sus hijos. Oscar y Andrea llegaron a la casa de
sus padres con sus familias y cargados de regalos. Manuel tenía la impresión de
que aquellos paquetes tan perfectamente envueltos con papeles brillantes y rosones
enormes lo acechaban.
Alicia estaba feliz con la visita,
especialmente por la presencia de sus nietitos, cinco chiquilines sonrientes y
traviesos que esparcían desorden y bullicio en toda la casa.
Mientras Alicia, su hija y su nuera preparaban
café en la cocina, Oscar y su cuñado contemplaban una vez más el viejo Chevrolet
rojo del abuelo en la cochera.
Aprovechando aquellos minutos de paz, Manuel se
sentó en la sala a leer el periódico. Su nieto más pequeño, Felipe se acercó y
le pidió que le leyera un cuento.
—Pero tiene que ser uno de navidad —le advirtió,
agitando su pequeño dedo índice en el aire.
Manuel cogió uno de los libros que tenía en el
librero de la sala: El misterio del cuarto rey mago. Felipe escuchaba con
atención, era una de sus historias favoritas de navidad. Cuando su abuelo
terminó de leer, el pequeño pellizco su puntiaguda nariz como solía hacer
siempre y esperó a que Manuel se convirtiera en el monstruo de las cosquillas
que se devoraba su panza y los deditos de sus manos. Mientras abuelo y nieto libraban
su épica batalla de cosquilleos, Alicia los miraba encantada desde la puerta de
la cocina. Ni bien el chiquillo dejó a su abuelo sin aliento de tanto reír y
jugar, Alicia se acercó a su marido y le dijo:
—Mi querido viejo, no necesitas partirte la
cabeza cada año por mi regalo, todo lo que necesito me lo das cada día. Y tú
sabes que las rosas son mis flores favoritas.
La versión en alemán de este cuento obtuvo el tercer lugar en el concurso literario navideño de la Sociedad Literaria de Karlsruhe.
Hermosa historia, felicidades Ana Rosa. Cariños y está noche buena el Señor te regale alegría, paz, esperanza y mucho amor para llevar adelante el año 2022.
ResponderBorrarMuchas gracias por estar aquí y leer la historia. Muchas bendiciones en esta Navidad.
BorrarFelicidades Ana Rosa, a Lizet, mi hija, y a mi nos encantó la historia. Merecido premio.
ResponderBorrarFeliz Navidad
Muchas gracias por leerlo y tu comentario, Lizet, un gran abrazo.
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