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La nieve

 

En Oruro, mi ciudad natal, no caía nieve con frecuencia. Por eso, cada vez que sucedía, era un acontecimiento especial y único. Tengo recuerdos entrañables de la plaza principal llena de jóvenes y niños jugando con bolas de nieve y de gente mayor disfrutando de un paisaje que muy pocas veces se veía. Era todo diversión y risas. Los tejados blancos y los árboles envejecidos duraban apenas lo que un día. Solo el frío se quedaba, fiel centinela de la tierra orureña.

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En casa, una vez, mamá dejó caer la nieve en un recipiente y luego le puso leche condensada: el mejor helado de la vida. Así lo hacía también mi abuela con ella y todos sus hermanos cuando era chica.
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La nevada que jamás olvidaré fue la que experimenté hace 24 años en el Salar de Uyuni, justo cuando pasábamos por el árbol de piedra. La blancura perpetua del salar se vio de pronto eclipsada por la de la nieve. No podía verse el suelo y los copos que caían del cielo parecían una lluvia de plumas que descendían en cámara lenta sobre toda superficie. Fue como si el cielo se hubiese hecho uno con la tierra; mágico e inolvidable.
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Durante mi primera estadía en Alemania, la nieve era parte de la cotidianidad del invierno. El frío me parecía cruel, pero las pinceladas que la nieve dejaba sobre todo cuando se viera, siempre me fascinaron. Fue cuando aprendí que los guantes, la bufanda y una buena chamarra eran más que solo accesorios.
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Cuando ya habían nacido mis hijos y vivíamos en La Paz, éramos nosotros los que íbamos a buscar la nieve hasta La Cumbre, ese lugar tan especial que hace de límite entre el agreste altiplano y el declive que conduce al paraíso de Los yungas paceños.
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El año pasado, ya estando en El pueblito alemán, no vimos nieve. Ni un copo cayó del cielo y el invierno me pareció a diferencia de los años pasados, de un frío mediocre y bastante burocrático. Pero este 2021 se estrenó de blanco para gran algarabía de mis pupilas y de mi corazón. Esa cobija tan gorda y acogedora en la que la nieve acumulada se convierte sobre el campo, es simplemente un regalo de Dios.

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