
Señora, no puedo extender un certificado de nacimiento en el que figuren dos padres, además el niño requiere un apellido.
–¿Envuelto para regalo? –No, me lo llevo puesto, dijo la anciana y dejó la Tienda de los
Olvidos vistiendo su gala de Navidad.
Despierta, Nicolás, es hora de ir a la escuela. No quiero ir, mamá, no me sale el JO JO JO y todos los niños se ríen de mí.
-¡Ya nació! José, tienes una hermosa bebé. -¿Una niña? ¡Imposible! -Hombre, todo es posible en esta noche tan especial.
-Murió un camello, Su Majestad. -Buscad otro y decídle al Cuarto que nos alcance siguiendo a la Estrella. No podemos esperar.
¿Te sientes mejor? Un poco. Entonces vamos, pasaremos la noche en un establo, es lo que hay. ¿Y el bebé? Lo esperaremos allá.
Vieja, este año no hay aguinaldo. Me despidieron.
Encontramos los regalos en el ropero. Santa no viene esta noche, le dije a mi hermanito y ambos nos pusimos a llorar.
Se quitó el disfraz y la barriga postiza. Bebió sin tregua. Al día siguiente volvió a la amargura de su desempleo habitual.
Emborracharon al pavo, le cortaron el pescuezo y comenzaron el festejo de Navidad. La cena quedó perfecta.
Los dos primeros quedaron finalistas en el Concurso Internacional de Microcuentos 2012 de la Academia de Escritores a través de Twitter.
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