Por Ana Rosa López Villegas
Compré el
libro Mujeres que compran flores (De Bolsillo) porque me pareció un nombre
muy poético, porque me gustan las flores y porque nunca las compro. Fue el
primer libro que leí de Vanessa Montfort.
Al principio
me costó mucho identificar a las seis mujeres que recorren la trama. A Olivia y
a Marina, los personajes principales, no. En todo caso, mientras más avanzaba
la lectura, más asentaba las imágenes de las otras cuatro en mi cabeza. Aunque
no me identifiqué con una sola, pude verme reflejada en pedacitos de cada una.
Quizá también porque el ambiente madrileño que se describe en el libro me
transportó a los recuerdos de mi estadía en Madrid de hace años. Allí se desarrollan
las historias de estas mujeres, en torno a una florería llamada El Jardín del Ángel,
un lugar que cobija, no solo por las flores, sus colores, sus aromas y el columpio
de pensar que cuelga de su tejado; sino porque Olivia, la dueña, es la maga que
acoge, guarda y desgrana los secretos de las otras. Su carisma y su aire de hada
misteriosa y descarnadamente franca hace que todas se atrevan a mirar en sus
espejos de mujer.
No dejes
de soñar dice en el
letrero que cuelga entre las flores de El Jardín del Ángel y ese es exactamente
el rumbo por el que todas deberán transitar, ya sea renunciando, aceptando o
arriesgando lo que poseen con tal de alcanzar lo que se merecen y lo que ellas
mismas son capaces de negarse a sí mismas.
Hay dos fuentes
vitales en este libro que me gustaron mucho. La primera, se trata de un grupo
de mujeres que esconde secretos, vergüenzas, miedos e inseguridades y que al
mismo tiempo revela ansiedades que se mezclan con críticas y culpas. No son
mujeres perfectas ni mártires ni víctimas, son mujeres normales, que cometen
errores, como esas que vemos caminar por la calle cada día, como las que viajan
pensativas en el tranvía o se quedan mirando un horizonte extraviado mientras
beben a solas un café en cualquier cafetería.
La segunda,
más allá de que sean (mejores) amigas, son un puñado de cómplices del momento que
viven. Adultas y maduras, estas mujeres le disputan al tiempo y a las experiencias
de amor y desamor que han vivido, pedazos de felicidad, de locura y, sobre
todo, desahogos de libertad. Ya sea que se lancen en un viaje en barco para exorcizar
a sus fantasmas, o que sean capaces de desmantelar sus mentiras a punta de crueles
verdades, ellas se miran en el íntimo espejo de sus vidas y sostienen su reflejo
hasta quedar vacías. Y luego brindan, porque “¡vivir es una tarea urgente!” y de
eso se trata cada día.
Y el último
detalle simpático. Vanessa Montfort no solo es la autora de la novela, sino que
aparece como un personaje secundario, un “extra” diríamos, en lenguaje de
escenario.
Comentarios
Publicar un comentario