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Mostrando las entradas de julio, 2020

Así te quiero y te recuerdo, mi ciudad prestada

Recupero en esta entradas todas las palabras que La Paz, mi ciudad prestada, me ha inspirado a lo largo de los años. Hoy que no la veo, prefiero recordarla con estas imágenes que se escribieron con mi latiente caparazón de orureña agradecida por todo lo que me dio. ¡Por tus 211 años de libertad, con amor y añoranza, mi La Paz del alma ! ¿No ve que tiene aires de metrópoli? ¿No ve que nos busca cada día para descubrirla, para admirarla? Rutina y todo nos obliga a mirar sus teleféricos que cuelgan cual cuentas de un rosario desde arriba, o sus vértigos suicidas desde las orillas de sus puentes hacia abajo. Los amores prohibidos han esparcido en sus rincones besos y lujurias y por la senda de los amanecidos se derraman los olores del anticucho, el despecho y el frío que coagula.    Incluso antes de ser ciudad maravilla, el Illimani elevaba su pinta soberbia para mirarnos por encima de sus tres hombros. Está más bello que nunca, soplándonos su ventisca helada desde su trono en el altiplano

DIARIO DE LA NUEVA NORMALIDA - La facha europea de mi billete de 10

  Vivir en el pueblito (Söllingen) que está a 30 minutos en tranvía de Karlsruhe, que vendría siendo la gran capital, tiene más ventajas que desventajas, pienso yo. El bosque, la tranquilidad, el silencio y por ende el nítido canto de los pájaros y de los grillos conforman una sinfonía única por la que le agradezco cada día al Creador. Hasta la cuesta que nos cuesta, valga la redundancia, subir cada vez que tenemos que salir tiene su encanto. Es una subida al mejor estilo paceño; erguida y curvilínea, agotadora ya sea que uno la trepe a pie o en bicicleta. El asunto es que cuando necesito ir para lo que sea a la gran capital, tengo que planificar el tiempo. Bajar la cuesta en bicicleta, comprar el boleto del tranvía, acercarme a la parada, ponerme el barbijo y subir mi vehículo de dos ruedas al vagón no son cosas que demoren poco y hoy me tocó hacerlo. Antes de salir revisé mi billetera y ante el vacío de sus entrañas me asomé hasta mi velador para tomar unos billetes arrugados y