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Mostrando las entradas de noviembre, 2020

La horrenda ojosaura primitiva - Día 5

      La horrenda ojosaura primitiva soy yo   Metamorfosis en la pupila En el humor acuoso que crepita En las brasas enfurecidas Desapego de las pieles del alma Cuando me carcome la ira Cuando me desnudo de calmas de parsimonias hipócritas de paciencias odiosas de absurdas contemplaciones que buscan mi derrota   Proviene desde el útero El estallido del nombre Ojosaura primitiva   Primitiva Existencia primaria Origen repleto de tormentas Nada puedo ver Todo me atormenta Me sacude Me envenena   Horrenda, primitiva Apogeo de carnes Decadencia de olvidos El silencio es un arma que amenaza mi delirio   Principio y fin Continuum de efímeros destellos Abismos que devoran Asombros amputados Soy como una fiera en la mira del condenado   Génesis y apocalipsis Pecados         atroces Confesiones perversas Penitencias inservibles Sin indulgencias   Soy yo La horrenda ojosaura primitiva --- Consigna: P

Bálsamo alemán

Ilustración de Regina Gómez Elías. El 2 de diciembre de 2019 amaneció con una tenue llovizna. Desperté a las 3 de la mañana, cansada. Me levanté. Me vestí y desperté a mis hijos. Las maletas estaban listas y esperaban impávidas en el pasillo de la casa. Eran seis valijas grandes y pesadas. Junto a ellas resaltaba la inmensa jaula de Zeus y dentro de ella dormía el cuadrúpedo negro y peludo que había llegado a nuestras vidas el 9 de marzo de aquel mismo año.  Después de todo, había llegado el momento de partir. Revisé los pasajes, los pasaportes y las autorizaciones de viaje. A las 4 llamó el taxista. Él y el chofer de la camioneta que había contratado para subir al aeropuerto de El Alto nos esperaban en la puerta. Una vez más volví a dejar el departamento de mi mamá para salir de viaje. Tragué saliva y apreté los párpados para no echarme a llorar, para no abrazarme a los recuerdos que escondidos en todas las esquinas me miraban sin parar. Las maletas estaban listas y esperaban impávida

En el bosque - Día 4

  ¡Slap! ¡Slap! ¡Slap! Mis pasos se asientan sobre el universo de hojas caídas Abundancia de otoño que se desploma desde arriba ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! Suspiros precipitados Silencios frustrados ¡Cloc! ¡Cloc! ¡Cloc! Lamentos de humedad Gotitas clandestinas desafiando a la soledad No doy un paso sin escuchar los susurros de los animales que me acechan al pasar Trinos nítidos como tintineos de aguja, Graznidos roncos como chillidos de bruja Siseos bulliciosos de culebrillas cantarinas Gruñidos potentes de venados en vigilia ¡Crac! ¡Crac! ¡Crac! El crujir de mis suelas sobre las hojitas secas Explosiones de sonidos que no alcanzo a localizar Solo el viento ulula desde su altura Soplando su libertad ---  Consigna :  Desde Chile, la poeta  Julieta Marchant  propone la consigna de hoy: escribir un poema basado en el sentido del oído, evitando recurrir a imágenes visuales.

Lo que era ya no es - Día 3

Puedo entender que quieras estar sola, que busques la excusa que te aleje, que quieras pintarte de invisible con tu crayola, con tal de que tu aire se despeje. Pero me niego a contemplarte deshabitada.   Sin tener una esperanza amarrada. Vacía como una mañana envenenada. Lo que era ya no es. Ni será. Pero todavía hay motivos para no gangrenar. En cada minuto se esconde una razón para continuar. Apelo a mi memoria, A cada rebanada de nuestra historia. Recuerdo mi tristeza interrumpida con tu rotunda alegría; con tus ocurrencias de estampida. No importa lo que hagas o el lugar en el que te escondas, para explorarte apelo a mi sinrazón a tu silueta hecha de vértigos y de ondas a los más ceñidos egoísmos de mi corazón. Y repito: Lo que era ya no es. Ni será. Pero jamás se irá. --- Consigna:    Para el ejercicio de poesía de hoy, el poeta argentino  Ezequiel Zaidenwerg  propone crear un poema con rima donde la rima no esté usada de manera irónica o

Inquilino - Día 2

    Cuando entres, solo mira. Primero observa, sin prisa. Lo que veas, es realmente lo que tú ves. No es lo que yo veo, porque somos distintos.   No sé qué te llamará la atención en principio. En el librero frente a ti, el único, están guardados en orden alfabético, mis recuerdos. Pero no te afanes con ellos. Cambian, todo el tiempo. A veces se ordenan de acuerdo con las personas, otras veces son los acontecimientos, los olores, el sonido de las palabras o la intensidad de los dolores que abarcan lo que hace que se transformen. El catálogo es amplio. Mi librero también.   En las gavetas del escritorio, ése que ves al lado del librero, allí están mis miedos. Sé que te atreverás con ellos. Claro, no son tuyos, te son ajenos.   ¿Que no hay ventanas? Oh, sí que las hay. Tú mismo puedes convertirte en una. Si quieres puedes ser una puerta, una escotilla o un inmundo agujero de alcantarilla. En todo caso siempre encontrarás u

Resistencia - Día 1

20 de octubre de 2019, un domingo en Bolivia. Urnas abiertas, elecciones esperadas, voto consigna. Fraude electoral, repudio, bronca. Resistencia. No más. Basta. ¿Quién se cansa? ¡Nadie se cansa! ¿Quién se rinde? ¡Nadie se rinde! Calles bloqueadas, enfrentamientos, desencuentros, ¿somos hermanos? Sumamos días, sumamos fuerzas. Restamos futuros impensables. Un día, dos. Una semana, dos. Largas noches. Oscuras. 21 días de resistencia. ¿Quién se cansa? ¡Nadie se cansa! ¿Quién se rinde? ¡Nadie se rinde! Rotondas, turnos, banderas, llantas, pititas. Seguimos. Motín policial. Dudas. Incertidumbres. Amenazas. Se fue. Huyó. Sólo quedan vándalos desolados. Ciudadanos indefensos. Saqueos. Zozobra. Miedo. Destrucción. Incendios. Nos quemamos. Tierra de nadie. Desgobierno. Llanto. Oración. Gobierno transitorio. Nadie se cansa. Nadie se rinde. Nadie sabe lo que acecha. Fin de la resistencia. Principio de

Diario de la nueva normalidad - Superando pantallas

   Viernes, 20 de noviembre de 2020  Cuando mis excolegas del Colegio Alemán en Bolivia me contaron en marzo de este año que las clases en el Kindergarten iban a hacerse por videoconferencia, discutí. Aun sin saber en ese momento las tremendas dimensiones de lo que se nos venía encima con la pandemia, lo primero que hice fue dudar de la posibilidad de una educación virtual con niños tan pequeños. Por supuesto que estaba equivocada. Me preguntaba cómo harían las educadoras del Kinder con 4añeros que apenas comenzaban a entablar una relación con el sistema educativo formal, además de tratarse de una educación inmersiva en idioma alemán. En ese momento me parecía un trabajo titánico. En esto no me equivoqué. Tanto en Bolivia como en Alemania y en el resto del planeta, las escuelas públicas y privadas, guarderías, kindergartens y todo centro de formación y educación cerraron sus puertas. ¡Qué digo! El mundo enteró se clausuró. Vivimos la ciencia ficción hecha realidad. El famoso home

¡Vivir es una tarea urgente! / No-Reseña

Por Ana Rosa López Villegas   Compré el libro Mujeres que compran flores (De Bolsillo) porque me pareció un nombre muy poético, porque me gustan las flores y porque nunca las compro. Fue el primer libro que leí de Vanessa Montfort. Al principio me costó mucho identificar a las seis mujeres que recorren la trama. A Olivia y a Marina, los personajes principales, no. En todo caso, mientras más avanzaba la lectura, más asentaba las imágenes de las otras cuatro en mi cabeza. Aunque no me identifiqué con una sola, pude verme reflejada en pedacitos de cada una. Quizá también porque el ambiente madrileño que se describe en el libro me transportó a los recuerdos de mi estadía en Madrid de hace años. Allí se desarrollan las historias de estas mujeres, en torno a una florería llamada El Jardín del Ángel, un lugar que cobija, no solo por las flores, sus colores, sus aromas y el columpio de pensar que cuelga de su tejado; sino porque Olivia, la dueña, es la maga que acoge, guarda y desgrana

Linterna Verde - Día 13

  Por Ana Rosa López Villegas La fragancia aquella vez era la misma que ahora, Paco Rabanne. Luigi la olió por primera vez en la casa de la zona universitaria en la que su mamá lavaba ropa dos v eces por semana. —¡Mamá! —gritó Teresa. Marta dejó por segunda vez en el día, el cuento Los trajes 1975 de Rita Indiana que acababa de comenzar y corrió hacia la habitación de su hija.   —¿Qué pasa? La niña estaba hecha un mar de lágrimas. Miró a su madre y señaló a su hermano. —Octavio, ¿qué ocurre? —preguntó de nuevo su madre. Octavio levantó su mano izquierda y le mostró su dedo medio. En él estaba metida una gruesa tuerca de metal como si fuera un anillo. —Es el anillo de poder de Linterna Verde —explicó el pequeño y continuó —y no quiere salir de mi dedo. Un espasmo de terror recorrió la espalda de Marta. Sentía que su corazón latía acelerado dentro de su pecho. Se acercó a su hijo y le tomó la mano. La piel que rodeaba el anillo estaba completamente enrojecida e irritada

13 años - Día 12

Por Ana Rosa López Villegas   Con el último alarido de su madre nació la luz. El hombre tomó a la criatura en sus brazos con temor. Todavía se preguntaba si llegaría a ser un buen padre. Si sería capaz de conducir la vida de su hijo hasta que llegara la hora del final. Y ese fue el principio del tiempo. Las profecías se cumplían. La palabra se hacía carne. Apenas la mujer pudo ponerse en pie, el esposo tomó su asno y en él montó al niño con su madre. Ambos pensaban todavía en los tres forasteros que les habían visitado la noche del alumbramiento. ¿Era verdad que habían recorrido kilómetros y kilómetros guiados por una estrella solo para ver a un niño humilde nacer? ¿Era cierta la persecución que habían mencionado y que la vida del pequeño corría peligro? —No llores, mujer. Tienes que amantar a nuestro hijo —le consolaba él. —¿Qué haremos si nos encuentran? —preguntaba ella, afligida. —Te prometo que eso no ocurrirá —dijo él, fingiendo seguridad. El animal avanzaba penosam