Cuando mis excolegas
del Colegio Alemán en Bolivia me contaron en marzo de este año que las clases
en el Kindergarten iban a hacerse por videoconferencia, discutí. Aun sin saber
en ese momento las tremendas dimensiones de lo que se nos venía encima con la
pandemia, lo primero que hice fue dudar de la posibilidad de una educación
virtual con niños tan pequeños. Por supuesto que estaba equivocada. Me preguntaba
cómo harían las educadoras del Kinder con 4añeros que apenas comenzaban a
entablar una relación con el sistema educativo formal, además de tratarse de
una educación inmersiva en idioma alemán. En ese momento me parecía un trabajo
titánico. En esto no me equivoqué.
Tanto en Bolivia
como en Alemania y en el resto del planeta, las escuelas públicas y privadas,
guarderías, kindergartens y todo centro de formación y educación cerraron sus puertas.
¡Qué digo! El mundo enteró se clausuró. Vivimos la ciencia ficción hecha
realidad.
El famoso homeschooling
también tocó la puerta de mi casa y como ya les conté en otros textos de este
mi diario de la nueva normalidad, tuvimos que adaptarnos tanto física como mentalmente
para acoger al colegio en casa y entregarle así un poco de nuestra intimidad. A
través de las videoconferencias, tanto los profes como los alumnos pueden ver un
pedacito de las casas de los otros, así solo se trate de la pared detrás de la
pantalla, esta irrupción en el espacio ajeno también requirió de adaptaciones en
las que jamás pensamos.
Con el
pasar de los meses, mis excolegas y amigas continuaban contándome sus
experiencias con las videoconferencias y las clases virtuales. También hice mi
propia experiencia mientras trabajé en la universidad técnica de Karlsruhe dando
clases de alemán como lengua extranjera a estudiantes también extranjeros. Allí
también me enfrenté con las clases virtuales, pero solo una vez a la semana y
con alumnos adultos a los que no podía obligar a tener la cámara encendida durante
toda la hora y a los que podía mantener medianamente activos con presentaciones
de power point de principio a fin. Terminaba cada sesión agotada y sin ganas de
hacer nada más.
Un día, una
de las educadoras del Kinder y amiga mía, me preguntó si sería posible hacer
una visita virtual a una estación de bomberos en Alemania para poder transmitirla
en directo a sus alumnitos en el Kinder. Me puse manos a la obra. La visita nos
salió tan bien que a la semana siguiente la repetimos con otro grupo de
pequeños. Valga nuevamente el agradecimiento a los bomberos voluntarios de Pfinztal
por su tiempo y la dedicación con la que organizaron estas visitas.
Un par de
semanas más tarde, concretamos otra transmisión, esta vez desde una pequeña
granja en Berghausen. A través de la videoconferencia, los chicos en La Paz
pudieron ver ovejas y gallinas alemanas. ¡Quién lo hubiese pensado! Así, de
esta y miles formas más, las educadoras y profesoras del colegio se las
ingeniaron para hacer que la experiencia del homeschooling fuera entretenida
y a la vez educativa.
Por esas cosas
de la vida que siempre le atribuyo a Papá Dios, en octubre se abrió la posibilidad
de dar un reemplazo virtual en el Kindergarten. Además de la enorme alegría que
significaba para mí volver a mi querido colegio como maestra, estaba el desafío
de superar la distancia y la pantalla para llegar a los niños con nuestras
enseñanzas. Fueron dos meses intensos, debido a la diferencia horaria, también
se trató de noches largas. Junto con la colega con la que compartí el aula virtual,
planeamos clases y pensamos en actividades diferenciadas para los chiquis. Como
en las clases presenciales, nunca una hora fue igual a la otra y siempre se podían
mejorar las actividades.
Hoy impartimos
la última clase y estoy más que feliz por todo lo que pude aprender y compartir.
No es lo mismo trabajar con niños de prekínder que con los de primaria. Nunca
será lo mismo hacerlo a través de la pantalla que en el aula. Y una vez más
confirmo que el triángulo perfecto de la educación es el que está conformado
por el alumno, sus padres y sus maestros. Una vez más me levanto para aplaudir
de pie a mis excolegas, amigos y amigas de mi querido colegio, porque ellos y
sus alumnos se bancaron como campeones, con entereza y entrega esta nueva forma
de enseñanza-aprendizaje a lo largo de ¡todo el año! Dios bendiga su oficio y
su labor.
Ana Rosa
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