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Mostrando las entradas de enero, 2011

Palabras sueltas

¡Muchacha atolondrada! ¿Cómo se te ocurre dudar? Está claro que si das un paso más te vas al precipicio, tan claro como que si lo piensas, lo sientes y lo quieres, sucederá. Las verdades están en tu cabeza, niña, en la fuerza de tus pensamientos, en la magia de tus sentimientos, en esa descabellada energía que amedrenta a la pálida cada vez que se te ocurre bailar. ¡Baila pues! ¡Pónte a girar! ¿No ves que así resulta? Y si de pronto se detiene la música, no te hace falta sino cantar. ¿Acaso no puedes? Tararear, silbar, aplaudir... siempre hay una forma de escarbar música, un acorde inventado para continuar. Siempre hay una forma de echarse el mundo al hombro y de volverlo a tirar y continuar y mirar para adelante, si quieres mira para atrás, al Este mira y después al Oeste... siempre hay una forma de seguir. Todo eso te permito, mas no dudar... la duda es catarata, una caída sin final, un vértigo, una vorágine, un arma letal. ¿No tienes ojos acaso? Mira a tu alrededor. La completitud

Confesión revelada

Tengo tiempo sin ponerme a escribir a quemarropa, sin pensar en las causas ni en las consecuencias de mis palabras, de mis íntimos impulsos, recurriendo simplemente a la atorada revelación de mis sentidos.  Tengo tiempo sin hurgarme los destierros, mis exilios esenciales, mi larga lista de orgías revolucionarias, mis ochocientas mil quimeras lamentadas, las turbaciones que me pincelan de imperfecciones, que me incompletan y me seducen.   Tengo tiempo sin agredir con furia el sarcasmo de mis conflictos existenciales, sin exorcizarlos a punta de   palabras. Podría echarle la culpa a un sinfín de razones, razones de tiempo, de ubicuidad, de clima, de instintos y motivaciones… de la podrida certidumbre de Alemania. Podría también hacerme responsable de mi cobardía y comenzar de una buena vez a entregarme a lo que tanto me apasiona, sin necesidad de motivos, de temas, de oscuras intenciones.  En más de una ocasión me he declarado escritora y en mi submundo anónimo y mínimo me arro

Verídico

No descansa. Parapetada en su puesto enfrente del banco, espera a los primeros compradores de la mañana. Mientras piensa en sus hijos y en cómo mantenerlos cada día, el guardia del frente desajusta el revólver de su cintura y la mala hora hace que una bala fugitiva encuentre en el pecho de Yolanda su morada final. La caserita ya no está, yace en coma, la tienda cerrada. No puede ni pensar.

Metamorfosis

De mañanita la despertó la emoción. El corazón le bailaba. Condenó sus largas trenzas a la desnudez de su espalda y calzó las botas. Sobre sus caderas deslizó una pollera brillante y en el dorso una blusa escotada. Con las manos en la cintura se miró al espejo. Negras y gruesas pestañas le poblaron las pupilas que se dilataron hasta hacerse de tamaño descomunal. Sobre la frente le crecieron turgentes las astas que adornó con serpentinas y globos de carnaval. Microcuento finalista del Concurso Nacional de Microcuentos "Somos Bolivia" .

Jubilación onírica

 ¡Ven! Ven conmigo. Voy a susurrarte esas mentiritas que te gustan, esos alientos amorosos que te rehúsas a aceptar y que sin embargo esperas cada día como parte de este juego. ¿Acaso no te gustan? ¿Acaso de verdad me rechazas cuando lo haces? ¡Mentiras también son! Mentiras las tuyas, mentiritas las mías. ¡Anímate conmigo, tómate un trago de colores, un coctelito de antitiempo! Nos fumaremos esta ilusión juntitos. Vamos a apagar el sol y si nos da la gana, deportamos también a la luna. ¿A quién le va a importar? ¿A ti? Si tú lo que quieres es este susurro, lo que se te antoja es este vaivén.  Yo sé cuando tú me buscas, te conozco muy bien. La muchedumbre puede ser incansable, pero tus ojos son dos hogueras, un calor luminoso tu lengua. ¡Cómo me buscas, como si no me buscaras! Por eso te quiero, así en secreto, en clave morse te quiero. Te dejas mimar con mis desesperos y cómo te gusta que aparezca de la nada, con mi sonrisa y mi baba chorreada. Y tú, con tu seriedad, con el peso

Soledad derramada

Sigo el rastro que deja tu sombra, te persigo escondido, agazapado. Voy recogiendo de a uno cada pedazo... un medio abrazo, un casi beso, un olvido completo. Tu soledad derramada te reclama. Te busca la tristeza para despedirse, la razón para marcharse con ella. Pero yo no diré nada, ni siquiera por tu soledad derramada. Yo me quedaré callado, siguiendo cada pedazo, agazapado.

Burocracia

Pintura de Vincent van Gogh ¿Cuántas veces se lo tengo que explicar? ¡No se puede! Máximo 5 años, así lo establece la ley. ¿Comprende?, explica la funcionaria un poco impaciente y sin embargo con tono amable. El hombre la mira indignado y se queda callado. Yo no puedo hacer absolutamente nada, continúa la eficiente oficinista y complementa: Si usted está de acuerdo, le entrego el formulario correspondiente, lo llena y me lo trae de vuelta. Además requerimos su certificado de nacimiento, pero no en fotocopia, necesitamos el documento original. También tiene que traer un certificado médico legalizado en el que se constate que usted tiene -realmente- 60 años de edad y en el que se especifique que su cuerpo está en condiciones saludables. Es decir, que su cuerpo está en las condiciones saludables de un hombre de 55 años. Una vez entregados los documentos, usted deberá esperar entre 5 y 7 días hábiles hasta que le enviemos una citación por escrito. ¿Y qué pasa si mi cuerpo no tiene la m

Créeme

Fotografía y obra de Robert Cárdenas Muñoz. Créeme. Créeme cuando te digo que te quiero, porque en verdad lo hago. Y en la complicada felicidad que me deparan tus ausentes abrazos y tus callados besos, se acurruca una especie de tristeza, una nostalgia pequeñita, quizá por eso callo cuando tú me quieres escuchar, porque de súbito me arroja contra el silencio el temor a perderte,. Temo que quieras escucharme una vez más y luego nunca más. ¡Qué difícil es este querer! ¿Será que me provocan las ganas de ser mujer de vez en cuando? ¿Será que se me dispara la pubertad retenida que, en esta madurez tan poco agraciada, se ve como una grotesca figura de escolar con pechos grandes y períodos jugosos? Créeme cuando te pido que no te vayas, porque en realidad no quiero que lo hagas. Porque la soledad se me ha hecho palidez y se me despinta en los labios y en la oscuridad de mis pupilas. ¿Cómo voy a querer que te marches? ¿Cómo voy a permitir que me dejes en mis encierros inquietos cuando ni s

Carta para Aurelia María

Foto: laletralate Otoño 2008 Querida Aurelia María: Siempre me ha gustado tu nombre, todo tu nombre, tu nombre completo. Te escribo “querida” sin lugar a ninguna duda, porque tu carta me ha hecho (re)descubrir que realmente te quiero, que todavía te quiero. Pero no te hagas ilusiones, Aurelia María, te quiero como te quise antes de comenzar a amarte y te quiero todavía como te quise cuando dejé de odiarte, ni  más ni menos, sólo eso, en la justa medida que me permite vivir de un recuerdo sin pecar en la ambigua tristeza de una nostalgia. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Cuánto habrás recorrido y alcanzado en tu búsqueda personal de ti misma? No me revelas nada al respecto en tu misiva y aunque no sé bien todavía, por qué he merecido recibirla, paso a contestar la única pregunta que soy capaz de responder. ¿Que cómo estoy? Estoy vivo, no sé si bien o mal, pero vivo. Despierto por las mañanas y continúo siendo un extranjero en esta tierra del invierno casi eterno, del frío gris que me amarg