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Desempolvando recuerdos de carnaval...

De mañanita la despertó la emoción. El corazón le bailaba casi textualmente. Se asomó a la ventana y levantó la cortina esperando ver un día radiante y lleno de sol, sin embargo no fue así, el cielo estaba manchado de nubes grises y regordetas y de a jirones muy delgados se distinguía un azul sin igual. Cerró los ojos y juntó las manos sobre el pecho, le rogaba a la Virgen que no lloviera ni una gota.

Después del ruego comenzó la transformación. Sus largos cabellos se sujetaron en dos gruesas trenzas que le caían hasta la mitad de la espalda, espesas como negras se veían hermosas sobre su cuerpo desnudo.

Calzó en sus pies un par de botas oscuras de terciopelo y sobre ellas sobresalían las facciones de una colorida serpiente, de boca viva dispuesta a devorar su propia cola.

Sobre sus caderas se deslizó una pollera colorada y llena de lentejuelas brillantes y nacaradas y en su cuerpo una blusa escotada que le marcaba la silueta con toda perfección. Con las manos en la cintura se miró al espejo de pies a cabeza hasta que se topó con sus propios ojos, en ellos comenzaron a crecer unas enormes y gruesas pestañas negras. Las pupilas se le fueron dilatando cada vez más hasta tomar un tamaño descomunal y sobre la frente le nacieron un par de turgentes astas que adornó con serpentinas y globos de carnaval.

Salió del averno y tomó la calle principal mientras derramaba aromas y colores excitantes que fueron llamando la atención de todos los transeúntes que volteaban al verla pasar. El viento que corría de norte a sur venía mezclado de melodías alegres algunas y cadenciosas otras. En medio de aquella algarabía caminaba ella con aire de arrogancia y coquetería.

El choque de las espuelas le anunciaron que el momento había llegado. La banda comenzó a sonar con poderosos acordes y aquella tropa de diabólicos bailarines empezaba ya a saltar en medio de gritos. La china supay se sumó pronto al éxtasis. A lo largo de interminables calles los diablos continuaban al mando del ángel Miguel, batiendo pañuelos al aire…

A medida que pasaba el maravilloso desfile, en el cielo se fue abriendo espacio entre las celosas nubes el astro rey.

Varias horas después, cuando ya muchas veces el cansancio había cedido ante la agitación y la alegría desenfrenada, surgió en medio de aquella colina el sitio final. De rodillas ante la Mamita del Socavón, los diablos se convierten en hombres y en mujeres las china supays, sus rostros se cubren de llanto y de emoción sus corazones. La peregrinación ha concluido y ante el altar queda la promesa de continuar un año más, dos, tres, cuatro, treinta, los que la Virgen decida y permita, devotos de la fe y seguros de la bendición de la Patrona de Oruro.

A vuestros pies Madre…

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