Tengo semanas –no exagero– de no poder sentir ningún olor, ningún sabor, nada. No puedo disfrutar ni lo que como, cocino por cocinar y sazono por intuición. Lo que hago es pasarme las horas limpiándome los mocos que han hecho de mi nariz una triste e inútil cueva embadurnada, pero tampoco salen, ¡no salen!, ¡no salen! Me la paso comprando pañuelitos desechables y para evitar el aburrimiento por repetición, los compro en cajitas de diversos colores, con diseños, con aromas, sin olores, infantiles, triple hoja, irrompibles. Por las noches me echo gotas y me destapo las fosas y entonces respiro, es un alivio por algunas horas. Despierto otra vez con el estreñimiento nasal y como no quiero hacerme adicta al gotero, me paso el día soportando valientemente el bloqueo nasal. La voz me sale gangosa o ronca, de fondo. La siento atrapada entre oreja y oreja, gutural. Los ataques de tos me dan –por su puesto– sólo en lugares públicos y bien concurridos. Ya ni vergüenza me dan.
Me paso el...
Definir LITERATURA se me hace difícil y sin embargo me arriesgo a ESCRIBIR y así me someto a la crítica y a la lectura. La letra late.