No descansa. Parapetada en su puesto enfrente del banco, espera a los primeros compradores de la mañana. Mientras piensa en sus hijos y en cómo mantenerlos cada día, el guardia del frente desajusta el revólver de su cintura y la mala hora hace que una bala fugitiva encuentre en el pecho de Yolanda su morada final. La caserita ya no está, yace en coma, la tienda cerrada. No puede ni pensar.
No descansa. Parapetada en su puesto enfrente del banco, espera a los primeros compradores de la mañana. Mientras piensa en sus hijos y en cómo mantenerlos cada día, el guardia del frente desajusta el revólver de su cintura y la mala hora hace que una bala fugitiva encuentre en el pecho de Yolanda su morada final. La caserita ya no está, yace en coma, la tienda cerrada. No puede ni pensar.
hola ana rosa un placer para mi que me visites,
ResponderBorrarme encanta la poesía y seguro que a ti también seguiré tus escritos, te deseo un feliz fin de semana un beso taliá.
Hola Taliá:
ResponderBorrarMe gustó tu blog y me alegra que te haya gustado mi lugar.
Un abrazo,
Ana Rosa
Hola, me gusta escudriñar el pensamiento de los ciudadanos del mundo y de lo que acontece en su alrededor. Qué pena por Yolanda, así son los accidentes. Una vez en Cuba, en mi época de estudiante, escuché de amigos una tragedia. Dos militares en cambio de guardia solemne, bien ataviados y elegantes, movían sus rifles a manera de 'malabares' y se soltó un tiro que mató a uno. Por eso prefiero no tener armas en casa. Saludos desde Panamá.
ResponderBorrarHola:
ResponderBorrarHistorias como estas se repiten a diario desgraciadamente. Me alegro que te dieras una vuelta por aquí y que te quedaras.
Un abrazo,
Ana Rosa